lunes, 14 de septiembre de 2009

Vaselina

  • Peso: 89.5 (-12.1)
  • Días para la maratón: 39


En una entrega anterior les hablé de mi monitor de pulso, al que llamé mi "compañero".

Bueno, pues esta entrega la voy a dedicar a los beneficios que he encontrado en el petrolato puro, mejor conocido con el escurridizo nombre de vaselina.

Advierto que aunque no voy a hablar de ciertos usos que le dan al lubricante en otras páginas y en otros blogs, los detalles serán igualmente gráficos.

Digo por si hay personas sensibles leyendo este blog.

Cuando corremos ocurren, en distintos e insospechados lugares del cuerpo, roces de los que no nos percatamos en nuestra vida diaria.

A veces queda una pelusita de ropa en un pliegue de la piel o un pelo hace contacto en un sitio donde no debería estar o dos voluminosas masas de carne hacen demasiada fricción, o... bueno, suficientes detalles escabrosos, ¿no?

Bueno, la vaselina evita todos los males que pueden derivarse de esas inconveniencias.

Y ya que estamos en el tema, no sé si sabían que cuando uno corre, los pezones se rompen cual si fueran de madre lactante.

No sé por qué. Unos dicen que se llenan de sangre y se estiran tanto que la piel se rompe. Otros dicen que es producto del roce con la camiseta.

También. Vaselina. Antes y después.

Y para los pies, claro. Después de todo, los pobres hacen todo el trabajo y se merecen un entorno agradable, ¿no?

Hasta aquí mis loas a la vaselina. Quedan con mi compañero de la universidad y amigo personal Juan Ignacio Cortiñas con su inspiradora columna.










Espejito, espejito, ¿quién dejó de ser gordito?




Me recomendó José, para esta entrega de su blog, que dejase de hablar por un rato de grasas, carbohidratos y demás "tonterías" alimenticias para que me explayase, esta vez, en el "proceso interno" que viví para quitarme esos kilos de más que cayeron en mi cuerpo en el año 2000, cuando vivía en Nueva York. No tengo cifras exactas, pero sí sé que antes de vivir allá estaba por debajo de los 70 y en pocos meses llegué a pesar 85 kilos. Una pelusa, pues.
Podría decir -y quedarme de lo más ancho- que todo comenzó por la internalización de los futuros riesgos que correría mi salud. Y soltarles una retahíla de temas como la hipertensión, el colesterol, los paros cardiacos y demás delicias médicas. Pero sería asumir una postura de levitación que no va con mi carácter.

En pocas palabras: decidí parar el proceso de engorde porque me dolía verme en el espejo.
Y porque uno es también coqueto, qué le vamos a hacer.

Dicen que a los hombres el metabolismo les cambia a los 30 años. Doy fe. De ser un firifiri que aún le quedaban los pantalones talla 28, pasé a comprar blue jeans nuevos de talla 32, y me quedaban apretaditos. De llevar camisetas holgadas talla S, tuve comprar una docena de tallas M y L.

En fin, que cuando un día me vi en el espejo y comencé a acariciar la idea de llenar mi armario con batolas a lo Soledad Bravo, y que para verme la entrepierna tenía que inclinarme un poco hacia adelante, quedé espantado y decidí que era el momento de cambiar.

El problema era -y sigue siendo para muchos- la acción del verbo cambiar... ¿Cómo uno puede cambiar? ¿Es eso plausible? Me explico: acostumbrarse a la idea de que hay ciertas cosas que ya no podía seguir haciendo me ponía los pelos de punta, sobre todo cuando uno es un desocupado de la vida que gusta de estar tirado en un sofá leyendo, o pegado a un monitor, leyendo también. En todos los posts que ha publicado José ronda esa misma idea: porqué debo dejar de comerme un churrasco, con lo rico que es el churrasco. Si a nadie se le pasa por la cabeza modificar la forma como uno se ducha, porque uno se enjabona como se enjabona y ya está, más complicado aún es ponerse a pensar qué hábitos debe uno modificar en la vida diaria para sentirme menos acojonado a la hora de verse en un espejo.

La falta de conocimientos complica más las cosas. Recuerdo que mi primera "acción" fue desayunar más sano, y me metía en el supermercado de la calle 14 con la 8 avenida para leer los Nutrition Facts de todos los productos. Comencé a comprar yogures con 0% de grasa, pero llenecitos de azúcar. Me dejé enamorar por los empaques que decían "light", cuando una mayonesa light no es light ni que te lo garantice un notario. Comencé el gimnasio sin saber que los resultados tardan por lo menos tres meses en aparecer... y al mes y pico lo dejaba apesadumbrado. Acostumbrarse al atún y al pollo a la plancha y a la coca-cola light fue una lucha contra mis demonios internos. Aún no he podido vencer la tentación del chocolate con leche...

Pero todos esos contratiempos, todas esas pruebas que buscan minar tu voluntad eran derrotadas por el espejo. Me tomé una fotografía en el Coney Island, barriga al aire, y la pegué en la nevera para "verme" en todo mi esplendor. Era mi motivación para no llenar el frigorífico de tonterías. Dejé de comer en restaurantes para garantizar que la grasa la ponía yo, no un chef pringado en mantecas. Empecé a leer revistas deportivas para empaparme más de los temas. Aprendí que es mejor comer seis veces al día, que tres.

La internalización tardó dos años. Pero valió la pena. Sigo sin durar más de 8 meses seguidos en un gimnasio; de vez en cuando me dan antojos de pizza y de chicharrón, nada como unas papas fritas con ketchup, hay que decirlo...
Pero logré limitar la ingesta de calorías y ese "sufrimiento" inicial pasó a convertirse en la cotidianidad. Y si bien mi genética ayudó para conseguir el resto, creo haber logrado modificar mi metabolismo de tal manera que sólo volviendo a mis malas mañas anteriores podría volver a engordar de nuevo.

Y es gracias al espejo que no volveré a caer en ellas.

1 comentario:

  1. juuummmm!!! esta raro eso del petrolato, pero bueh! para ser sano parece que también hay que ver las estrellas. Te digo un secreto, los pies más suaves que conocí, eran los de un caballero (chofer de camiones) que usaba vaselina para contrarestrar el calor y la humedad en sus pies, con lo que le quedaba en las manos se frotaba sus codos con idénticos resultados. Así que delgadito como ya estás y además suavecito serás la envidia de muchos. PD. tengo estres, falta poco para el maratón y aún falta bajar... esto es un verdadero reality, tiene de todo!!! La Bruja Maruja

    ResponderEliminar

Deja aquí tu comentario o escribe a 21kg42km@gmail.com