lunes, 2 de noviembre de 2009

Vuelvo a correr

Peso: 87,5 (-14,1)



Mi esposa me pregunta que por qué yo escribo LA maratón, en vez de EL maratón. La verdad es que creo que es correcto de las dos maneras. A mi me gusta escribir LA, pero cuando hablo digo EL. Comienzo con esta aclaratoria por si alguien se había estado haciendo la misma pregunta.

Otra cosa. No sé por qué algo que dije o algo que escribí se entendió como que este blog terminaba en el kilómetro 42 de mi carrera. Pues no, no se ha terminado.

Son dos metas: 21 kilogramos y 42 kilómetros. De los 42 kilómetros ya les conté y les tengo más información al final de esta entrega. De los 21 kilogramos, todavía me falta perder 6 kilos 900. Y nadie va a salvar a los seguidores de este blog del relato sobre cómo los voy a perder.

Además, ya me picó el gusano del ejercicio, así que es posible que me vuelva a apuntar para otra maratón para abril o mayo del año que viene. Si eso ocurre, claro, voy a seguir blogueando sobre el tema.

El peso. Sin mover un músculo y disfrutando enormemente del descanso, entre la línea de largada de la maratón y este momento en que escribo, he perdido dos kilos y medio.

Son los efectos acumulados de comer bien, descansar, entrenar y recuperarme de haber gastado 4.500 calorías en una sola jornada de ejercicio.

Eso sí, si alguien quiere perder dos kilos y medio en una semana, no le recomiendo correr 42 kilómetros sin antes haber hecho todo lo que hice yo para llegar hasta ahí.

Esta semana vuelvo a retomar poco a poco el ejercicio, y me voy a concentrar en la pérdida de peso. Es decir, intensidad moderada para quemar más grasa.

También voy a sumar ejercicios de esos que llaman de "musculación" (las pesadas pesas, las inflexibles flexiones y los abonimables abdominales), para aumentar la masa y el tono muscular de todo el cuerpo (no solo las piernas) y acelerar el metabolismo.

Ya salieron los resultados oficiales de la maratón. Según la tabla que publicaron en internet, llegué en el lugar 1021, a tres horas y cuarto del ganador de la prueba, a un paso promedio de 7 minutos 45 segundos por kilómetro y con un tiempo total de 5 horas 28 minutos y 35 segundos.

Detrás de mi, solo Lucca Fischetto, que en el tramo final estuvo de acuerdo conmigo en que la meta había que cruzarla corriendo "para la foto", aunque ya las piernas no nos dieran más.

Cuando, llegamos, los fotógrafos hacía rato que se habían largado (a pesar de que yo habría comprado con gusto una foto mía cruzando la meta) y alguien de la organización escarbó el fondo de una bolsa de plástico para darnos una medalla a cada uno.

domingo, 25 de octubre de 2009

El ejemplo de Fortunato

Peso: 88 (-13,6)



La persona que más me ayudó a terminar mi maratón no me conoce. Ni siquiera sabe que fue mi inspiración, mi ejemplo y hasta mi "liebre" (corredor cuya misión consiste en marcarle el paso a otros corredores).

Se llama Fortunato, es de Bilbao, y la noche que corrimos juntos estaba completando una maratón por trigésimasexta vez.

Me lo encontré casi al final del pelotón de los más lentos. Así y todo, iba cruzando cada kilómetro en menos de siete minutos. Me pareció un ritmo seguro para poder terminar la carrera, así que decidí seguirlo.

Lo que todavía no he dicho es que corría acompañado por sus dos hijos porque Fortunato tiene 80 años. Sus hijos le hacían de animadores, avitualladores y guías.

Pude mantenerles al paso a los tres durante casi 12 kilómetros. Al final se impusieron su buen estado físico y mi sensatez, así que decidí bajar el ritmo para asegurarme de tener energía hasta terminar el recorrido.

La carrera tuvo fallas graves de organización, al menos desde la perspectiva de los corredores más lentos. Muchas veces hubo que adivinar el recorrido, no había suficientes estaciones de avituallamiento (agua) y, donde las había, cuando llegábamos los rezagados ya se había acabado todo.

De hecho, ya hacia el final, tuve que empezar a recolectar restos de agua y bebidas isotónicas que otros corredores habían dejado para poder seguir adelante. Por suerte, también llevaba un par de geles de glucosa que administré con muchísimo celo entre la primera y la cuarta hora de la carrera.

Pude ir a buen ritmo hasta el kilómetro 31. A partir de ahí, no había gel ni bebida isotónica, ni agua que lograra mantenerme con energía durante más de un kilómetro. Así que opté por alternar un kilómetro de caminata por cada kilómetro de correr.

Además, en el kilómetro 33 se me unió Cecilia, mi esposa, que estuvo conmigo hasta la línea de llegada. La compañía de Cecilia, cómplice y sostén amoroso de toda esta aventura, me hizo mucho más llevaderos esos 9 kilómetros finales.

Cuando empecé este desafío quería bajar 21 kilos y correr una maratón. De la primera meta logré casi dos tercios. De la segunda, gracias al apoyo de los seguidores de este blog, al amor de Cecilia y a la inspiración de Fortunato, puedo decir con orgullo que la completé.

Lo más importante es que esta odisea de kilos y kilómetros me dejó lecciones para toda la vida. Quererse a sí mismo, trazarse metas, poner en práctica los planes para alcanzarlas, son todas cosas que ya forman parte de mi para siempre.

Con ese aprendizaje, voy a perder los kilos que me faltan y tal vez más adelante, solo tal vez, vuelva a correr una maratón.

viernes, 23 de octubre de 2009

LLegó la hora

Peso: 90 (-11,6)
Días para la maratón: 0


LLegó la hora. Este sábado 24 de octubre a las ocho en punto de la noche larga el I Maratón nocturno de Bilbao.

La largada es frente al museo Guggenheim y la llegada también.

Ahí voy a estar, entre miles de competidores, cada uno con una historia diferente. Esta es la mía. La que he contado hasta ahora y la que les voy a contar al final de esos 42195 metros de esfuerzo.

Hoy siento que el esfuerzo más grande ya lo hice. Mantener la constancia de los entrenamientos, desarrollar en mi -desordenado incorregible- la disciplina para poder llegar a pararme en esa línea de salida, con la sensación de que estoy listo para enfrentar el desafío.

Habrán notado en mi peso que en estos días aumenté medio kilo más. Supongo que es la consecuencia natural de haber reducido al mínimo la intensidad de los entrenamientos y haber aumentado considerablemente la ingesta de carbohidratos.

Estoy cargado de carbohidratos, dispuesto a tomarme el tiempo que haga falta para terminar, anímicamente tranquilo y enormemente agradecido con ustedes que me acompañaron, me leyeron y me dieron apoyo para llegar hasta aquí.

Les dejo con Juan Ignacio Cortiñas y sus palabras de ánimo antes de la largada.

Clap, clap, clap, clap

Tengo que confesarte algo, José. Y, por favor, que quede aquí entre nos.
Cuando me autoinvité a participar en este maratón previo al maratón que vas a correr este fin de semana (porque uno es pana y siempre trata de ayudar a los panas lo más que se pueda), en el fondo tenía la sensación de que ibas a tirar la toalla a mitad de camino.
No me tuerzas los ojos, que eso es muy difícil de hacer por internet. Pero es la verdad, porque le ocurre a la gran mayoría de la gente.
Me incluyo.
No sé, tu decisión de bajar ese poco de kilos en seis meses y ponerte a correr 42 kilómetros, 195 metros de carrera sin fin me había sonado a promesa de fin de año, cuando todo el mundo está contento por el champán y no se le pasa por la mente que el 92% de esos compromisos encallan a mitad de enero, y quedan absoluta y totalmente olvidados antes de los carnavales.
"¿Yo? ¿Dejar de fumar? ¡Jamás dije tal cosa!", es la letanía que más se escucha durante el primer trimestre de cualquier año.
Del 8% restante, otro 92% encalla a comienzos de abril, cuando las vacaciones de semana santa terminan por santificar ese enorme gulag a donde llevan todas esas promesas, cargadas de buena fe, pero más ilusas que muchachito que todavía cree en San Nicolás. Derechitas a chirona y nunca van a salir de allí, por absurdas.Así que nos quedamos con el 8% restante de ese 8% restante, que da como resultado una cantidad pequeñita de gente, entre la que se incluyen esos prohombres, próceres y demás estadistas de la vida que no se amilanan ante los avatares, las malas influencias, la dejadez, los anuncios de la televisión ni un churrasco en su punto con un cerro de patatas fritas.
En ese 0,64% del 100% inicial (si la calculadora no me falla), déjame decirte, estás tú. Y, bueno, uno que tiene su corazoncito no puede dejar de enternecerse por eso.
¿Qué te quedan todavía nueve kilos para alcanzar la cifra mágica de 80? Bah. Eso seguro los rebajas antes de lo que te lo imaginas, porque ya conoces tus mecanismos corporales . ¿Que te pueda pasar por delante una viejecita en la carrera de este sábado? Bah. Allá ella con sus prisas.
Lo importante de todo esto, lo que de verdad me hace sentir orgulloso de ser tu amigo, es la constancia y que, a pesar de tanto sufrimiento, no perdiste uno de los dones que mejor te retratan: tu sentido del humor.
Así que nada, a correr como gacela en el maratón y a seguir con esta vida que has decidido empezar a seguir.
Allá los otros que se quedan encallados a mitad de enero. :-)

lunes, 12 de octubre de 2009

10 cosas que aprendí corriendo 10 km

Peso: 89,5 (- 12,1)

Días para la maratón: 12





Este domingo participé en una carrera de 10 kilómetros. Es la última jornada fuerte de entrenamiento antes de la maratón en pocos días.
Hice mi mejor tiempo en esa distancia, rematé con fuerza y me recuperé rápido.
Supongo que la idea del creador de mi plan de entrenamiento es ponerte en una situación "real" de competencia para que veas las cosas que tienes que tener en cuenta para correr la maratón.
Por eso, aquí van las diez cosas que aprendí corriendo 10 kilómetros.

1 - Es bueno comer unas tres horas antes de la carrera.
2 - Es todavía mejor comer poco tres horas antes de la carrera.
3 - La carrera siempre es más difícil de lo que parece.
4 - Tienes que avisarle a tu esposa a qué hora calculas que terminarás la carrera, para que no vaya a pensar que cuando te lanzó un gruñido de despedida desde la cama fue la última vez que te escuchó con vida.
5 - Es posible que el gordo de 120 kilos bañado en sudor, que resopla como un toro en trance de muerte, corra más rápido que tú.
6 - Es posible también que la señora de casi 60 años, que hizo el 80 por ciento del recorrido caminando, cruce la meta antes que tú.
7 - En algún punto de la carrera te vas a arrepentir de haber tirado aquella botella de agua a la que todavía le quedaban dos tercios.
8 - No es bueno perder el tren que te va a llevar al lugar de la carrera. Es mejor llegar a tiempo a la estación que tener que salir corriendo a agarrar un taxi. Guarda tu energía para la carrera.
9 - Es recomendable llevar imperdibles o algún otro sistema para sujetarte el número a la ropa. Es posible que los organizadores hayan olvidado ese detalle o lo hayan tenido en cuenta solo para los primeros tres participantes.
10 - La bebida isotónica que anhelabas desde la línea de partida va a estar caliente y la única máquina que vende la barra de chocolate que el cuerpo te pide a gritos, no funciona.

Esta semana no perdí peso. De hecho, peso un kilo más que la semana pasada. Sobre eso, tengo que decir varias cosas.
Los fuertes entrenamientos que demanda un maratón parecen incompatibles con perder peso.
Primero porque el cuerpo está desarrollando nuevos músculos y tejidos para hacerle frente al desafío. Músculos y tejidos que pesan más que la grasa.
Y segundo porque después de esos esfuerzos, el cuerpo te pide que lo alimentes. Y no es cuestión de darle lechuga cuando lo que necesita es pollo con puré para llegar vivo a la meta.
Lo otro que quiero decir es que, a pesar de que los numeritos de la balanza digan lo mismo, en el espejo me veo más delgado y la ropa me queda más holgada. De hecho, esta semana tuve que recortar mi cinturón por segunda vez en dos meses.
Mi presión arterial y mi pulso están mejor que hace 10 años. Lo cual quiere decir que estoy logrando un objetivo superior al de correr una maratón y perder peso, que es tener mejor salud.
Así que en estos días que me quedan me voy a concentrar en visualizarme cruzando la meta y en estar listo para la maratón.
Los ocho kilos y pico que me faltan para mi meta de adelgazar 21 en total los dejaré para después. Y les seguiré contando en este blog.

domingo, 4 de octubre de 2009

Me duele la cabeza

Peso: 88.4 (-13.2)
Días para la maratón: 20




Y como me duele la cabeza, no hice mi "A veces pienso...", pero les dejo este video, que está muy bueno.




Me acerco al final de mi preparación para la maratón y las sesiones de entrenamiento son cada vez más duras.

El domingo pasado corrí media maratón (21,1 Km), tuve un par de sesiones más en la semana y hoy me recorrí casi toda la ciudad para completar una sesión de tres horas (180 minutos decía el programa de entrenamiento, no lo podía creer).

Después de esto, descanso un solo día y después tengo tres sesiones seguidas (no tan duras como la de hoy, pero seguidas).

Mientras escribo esto, estoy completamente agotado y con un dolor de cabeza de fábula.

Como advierto siempre, hay gente que sabe de esto mucho más que yo y lo explica bastante mejor. Pero ahí va un intento.

La idea de estas sesiones "maratónicas", es acostumbrar al cuerpo a vaciar sus depósitos de glicógeno y volverlos a llenar.

El glicógeno es un derivado de la glucosa que producimos los vertebrados como fuente de energía para los músculos.

Si el cuerpo "aprende" a vaciar y llenar estos depósitos de manera eficiente, está preparado para un esfuerzo prolongado, como una maratón.

Eso sí, para que el proceso ocurra hay que alimentar el cuerpo varios días antes de ese esfuerzo con las cosas que le ayuda a producir glicógeno. Es decir, pan, pastas, papas, arroz.

Y en la carrera mantenerlo hidratado (con agua y bebidas energizantes) y alimentado (hay varias opciones, pero la más práctica parecen ser unos sobrecitos que contienen un sustancia viscosa, dulzona y bastante desagradable en mi opinión, pero que tienen glucosa, proteínas y otros nutrientes, prometen los fabricantes).

Bueno, lo cierto es que no sé si mi cuerpo me está cobrando el precio de ese aprendizaje, si tomé poca agua durante el entrenamiento o qué, pero ahora me duele la cabeza.

Mucho.

Una de las explicaciones que encontré en internet es que en un esfuerzo prolongado todos los vasos sanguíneos se expanden y que los de la cabeza tardan más en volver a contraerse y por eso ocurren los dolores de cabeza.

No sé.

Me duele. Me voy a dormir.