miércoles, 29 de julio de 2009

Mi "dieta" para adelgazar

  • Peso: 92,4 (-9,2)
  • Días para la maratón: 87


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La premisa fundamental de este esfuerzo que estoy haciendo es que se puede perder peso y entrenar al mismo tiempo sin recurrir a sacricios extremos de ningún tipo.

Es decir, sin morirse de hambre y sin matarse haciendo ejercicio. Y sin consumir esos "suplementos alimenticios naturales" que no son otra cosa que laxantes caros.

De hecho, en varios de mis videos y en algunos de mis textos ataco la idea de las "dietas" por considerarla absurda, contraproducente y peligrosa.

Por eso, no estoy siguiendo ninguna dieta. Cuando se lo digo a la gente, muchos me miran incrédulos. En su mente está que perder peso tiene que pasar por castigar a ese gordo glotón que llevamos dentro (y fuera) negándole, no ya lo que le gusta, sino su misma posibilidad de subsistir.

Yo he aprendido por experiencias propias y ajenas que eso solo conduce al fracaso. Y que el gordo glotón después de poco tiempo va a volver a atragantarse de las cosas "malas" que más le gustan, y por partida doble, para compensar -pobrecito- el injusto castigo al que fue sometido.

De hecho, si miran mis notas (a las que, por cierto, tengo abandonadas desde hace dos o tres semanas) van a ver que en el transcurso de estos 90 y tantos días he comido pasteles de chocolate, pastas, pan, he tomado varios tipos de bebidas alcohólicas y otros cosas "prohibidas".

Lo que yo sí hago es seguir algo parecido a un ritual. Después de todo, comer es un asunto de hábitos.

Lo que viene a continuación va a ser la única cosa lejanamente parecida a un "método para adelgazar" que van a encontrar en este blog. Creo que en el camino a dejar de ser gordos cada uno tiene que encontrar su propia fórmula y avanzar a su propio ritmo.

Bueno, mi ritual incluye el consumo diario de cuatro alimentos que para mi son fundamentales, me gustan y, además, me hacen bien.

  • Frutos secos (maní, avellanas, nueces, macadamias, almendras)
  • Leches fermentadas (yogurt, kéfir, labne, leche agria)
  • Chocolate oscuro (con café, con trocitos de cacao, solo, con chile)
  • Cerveza (rubia, negra, tostada) o vino tinto (¿hay otro?)

Las virtudes de cada una de estas cosas, y su aporte a un "plan" para bajar de peso están ampliamente documentadas en internet y en la bibliografía seria, así que no me voy a hacer el experto que no soy para explicarlas.

Lo que sí les voy a contar es que he logrado encontrar un lugar para cada una de estas cosas en las cinco comidas que tomo al día (otro de los "secretos", comer muchas veces para acelerar el metabolismo y eliminar el "picoteo" entre comidas).

Disfrutar de esa cerveza helada, esas almendras, ese vasito de labne con especias o ese trocito de chocolate negro, compensan cualquier cosa que pueda parecer un sacrificio en este plan de perder 21 kilos y correr una maratón antes de los 42.

domingo, 19 de julio de 2009

Mis maestros del azúcar

Peso: 92.9 (-8.7)
Días para la maratón: 98





Esta semana termina mi curso de repostería. Bueno, técnicamente el curso se llama "Masas batidas" y se trata, básicamente, de aprender a hacer distintos tipos de bizcochos.


La verdad es que fue un desafío tratar de aprender todas esas técnicas, trabajar con todos esos ingredientes exquisitos y degustar los resultados sin dinamitar los cimientos de mi plan de adelgazar 21 kilos.


Por suerte, nunca me gustó demasiado el azúcar. De hecho, una de las cosas que me atrajo del curso es que en la filosofía de la escuela (y del restaurant que tienen los mismos socios) se declaran contrarios a lo que llaman "la dictadura del azúcar".


Es decir, que se pueden hacer postres deliciosos echando mano de la creatividad y de otros ingredientes más allá de los tradicionales.


Por eso, el curso fue más un aprendizaje para el gastrónomo que quiero ser y menos una tentación para el goloso que nunca fui.


Tengo que reconocer, sin embargo, que hicimos algunas degustaciones en las que me tuve que contener y hasta recordar mis técnicas para dejar de fumar para evitar atragantarme de helados, tortas, cremas y otras preparaciones primorosamente reunidas en forma de postre.


Además, a esta hora estoy soñando con los brownies de chocolate negro y avellanas que me estoy reservando para el desayuno de mañana.


Mientras tanto, sigo con mi entrenamiento de maratón, que esta semana -la primera- fue más suave de lo que yo hubiera esperado.


De técnicas de entrenamiento -especialmente de fartlek- habla mi amigo personal y maratonista británico, Will Grant, en su podcast de esta semana.




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viernes, 10 de julio de 2009

Ahora sí, a entrenar

Días para la maratón: 105
Peso: 94,6 (7,0)



Esta entrega se publica con atraso. Por mi viaje a París y circunstancias familiares, apenas hoy pude sentarme a ponerme al día.

Justamente hoy comienza el periodo de 15 semanas de entrenamiento para la maratón.

Por el lado de los kilos, ya tengo recorrido un tercio del camino (7 de 21 que aspiro a perder).

Claro que después de 75 días en este plan me hubiera gustado que fueran más. Pero por tratar de llegar más rápido a esa meta, me enfermé y perdí casi tres semanas de ejercicio.

Así que en los entrenamiento de la maratón voy a poner en práctica lo aprendido. Ir poco a poco me va a llevar más lejos.

Por ahora quedan con mi amigo personal y colega de la universidad, Juan Ignacio Cortiñas. Más abajo les hablo de mi plan de entrenamiento.


Jessica Rabbit en el plato o de por qué las malas siempre están muy buenas (II)



La última vez que colaboré en el blog de mi querido amigo José, dilucidábamos sobre el papel de los carbohidratos en esta película que es un régimen alimenticio. Quedaba en el aire la duda: ¿son buenos?, ¿son malos? ¿Bipolares?
La clave está, como en las buenas películas de suspenso, en un carácter recóndito que puede hacer que un personaje aparentemente bondadoso, como un donut bañado en jarabe de azúcar, pueda ser más maluco que una ración de garbanzos hervidos. Ese “toque de locura” lo da el IG, o dicho en román paladino: el índice glicémico.
Este índice (también llamado glucémico) está basado en los niveles de glucosa plasmática que un carbohidrato es capaz de alterar cuando es consumido. ¿Qué quiere decir eso? Sencillo: un carbohidrato con un alto IG libera glucosa a una velocidad más rápida. Algo así como un chute de energía.
Esto no tiene por qué ser nada malo; de hecho, las personas que realizan grandes esfuerzos físicos –gimnastas, levantadores de pesas- necesitan consumir este tipo de carbohidratos durante el entrenamiento, pues con ello obtienen energía con mucha rapidez para seguir dale que te dale a la mancuerna. El problema es cuando esa energía se ingiere pero no se gasta, pues se transforma en… Jessica Rabbit.
¿Por qué ocurre esto? Porque el cuerpo humano es así de tacaño. Cuando recibe energía de sobra, la guarda en forma de grasa.
Los carbohidratos simples suelen tener un IG mucho más elevado: son energía pura que el cuerpo obtiene a los pocos minutos de haber sido ingerida; los complejos, al estar compuestos principalmente por almidones, tardan más tiempo en ser metabolizados. Aunque, como siempre ocurre, no existe un patrón inamovible.
Para aquellas personas que necesiten perder peso, los carbohidratos con un alto IG (pan blanco, azúcares, y sus combinaciones: donuts y demás bollería y pastelería) podrían ser efectivos cuando están haciendo ejercicio, pues obtendrán energía inmediata para seguir con sus largas caminatas. Para eso están esas bebidas energéticas con alto contenido en glucosa. Pero, en el momento en que estén tirados en un sofá, son el antojo a vencer.
Los carbohidratos con bajo IG (pan integral, legumbres, vegetales, frutas, arroces largos e integrales, frutos secos) sirven para reponer lentamente a un cuerpo gastado de tanto esfuerzo y, como en su mayoría tienen elevados índices de fibra, “llenan” más rápidamente el estómago y contribuyen a comer menos.
Sí, lo sé, son menos atractivos y sabrosos. Pero lo importante es seguirse alimentando bien y perder esos kilitos de más, ¿cierto? Pues eso.
Como resumen: traten de evitar carbohidratos con alto índice glicémico. En Internet encontrarán miles de listas para identificarlos.
En la próxima de mis colaboraciones prometo hablarles de las grasas, esa femme fatale.




Por recomendación de Will Grant, el plan de entrenamiento que voy a seguir es el de Mike Gratton, que ganó la maratón de Londres en 1983, y que sigue siendo un referencia después de todos estos años. Por algo será.

Mi objetivo es tratar de terminar en menos de cinco horas. Por dos razones. La primera es porque creo que puedo hacerlo. La segunda es que a las cinco horas de comenzada mi maratón vuelven a abrir las calles y recogen la meta.

De modo que no tengo muchas más opciones si quiero proteger mi integridad y que quede algún registro de mi esfuerzo.

Ahora me voy, que quiero trotar un poco antes de desayunar.

miércoles, 1 de julio de 2009

Recuperarse en París

  • Días para la maratón: 115
  • Peso: 95,3 (-6,3)

La cosa es así: faltan diez días para el arranque formal de mi entrenamiento para la maratón, sigo con tos y dolor de espalda y, a causa de mis dolencias, esta semana solo logré perder 200 gramos.

Comparada con una carrera de fondo mi situación actual debe ser como estar en el kilómetro 9 de una maratón. Ese momento en el que uno se da cuenta de que ha avanzado poco, todavía le falta mucho y el desafío se presenta más grande de lo que parecía en un principio.

Tengo que seguir en mis esfuerzos de recuperarme, no cabe duda. La tos y el dolor de espalda son cosas que no se pueden ignorar en un plan de entrenamiento. Pero tengo que romper el círculo vicioso de no entrenar porque me siento mal y sentirme mal porque no entreno.

Este debe ser, supongo, el momento en el que los atletas de élites y los equipos de futbol millonarios contratan a un sicólogo, a un orador motivacional y a un instructor de yoga para quitarse el estrés, mantenerse concentrados y lograr la armonía con el universo.

Además, tengo esta semana el compromiso de cuatro días intensos de trabajo. Es decir, poco tiempo para entrenar.

Ah, y mi trabajo va a ser en París, que -ya se sabe- es la capital universal de la comida sabrosa.

Como yo no tengo ni sicólogo, ni motivador ni instructor de yoga, supongo que tendré que echar mano de mis propios recursos para enfrentar este panorama.

Desayunaré un croissant en vez de dos, haré ejercicio a la orilla del Sena para tener el aliciente adicional del escenario y en las esquinas haré como que no veo a los vendedores de baguettes calentitas rellenas de queso brie cremosito.

Si lo logro, de aquí en adelante esta carrera de fondo será en bajada. O, al menos, un poquito más fácil.