- Días para la maratón: 123
- Peso: 95,5 (-6,1)
En una entrega anterior les hablaba de cómo el exceso de entusiasmo puede arruinar el mejor plan de ejercicios para perder peso.
Mi intención en esa oportunidad era presumir de precavido y mostrar la certeza de que eso, a mi, no me iba a pasar. Al menos no esta vez.
Bueno, lo cierto es que el viernes me levanté con algo de malestar, como un resfriado incipiente. Sin embargo, salí a correr. Hasta le subí el límite superior al monitor de pulso para que no me molestara con su pitito si me pasaba de esfuerzo.
Indestructible. El hombre de acero. El cuarentón con sobrepeso que puede correr más de 70 kilómetros en una semana, levantándose a las 5 de la mañana todos los días.
No, dijo el cuerpo.
¡No, señor!, lo escuché protestar el sábado en la mañana cuando el resfriado se manifestó abiertamente y no me dejó levantarme.
¡De ninguna manera!, dijo ya fuera de sí el sábado en la tarde, cuando el simple gesto de estirar el brazo para darle la mano a mi hija me provocó en la espalda el calambre más intenso de mi vida.
El domingo, completamente afónico y casi inmovilizado por el dolor, decidí consultar mi literatura sobre el ejercicio de correr y sobre maratones.
Pero ahora les dejo con mi colega de la universidad y amigo personal Juan Ignacio Cortiñas y más abajo les cuento lo que descubrí.
Jessica Rabbit en el plato o de por qué las malas siempre están muy buenas (I) Imagínense la escena: en esta película que es un régimen, las grasas suelen jugar el papel de Jessica Rabbit (ah, esas mujeres fatales), las proteínas siempre tienen cara de buenas (y, por tanto, predecibles) y los carbohidratos son... bueno, nunca se sabe realmente qué características darles. |
Bueno, me cuentan mis libros, y la información especializada que me sugirió mi amigo Will Grant, que a veces las piernas, los pulmones y el entusiasmo dicen que sí, pero el sistema inmunológico dice que no.
Claro, el cuerpo, por cumplir con ese esfuerzo que le estamos demandando, pone todos los recursos en conseguirlo, pero necesita aflojar por el lado de las defensas para lograrlo.
Y, claro, si ocurre que hay un virus por ahí, pues le va a tocar al que tiene las defensas más bajas.
Lo mismo con los músculos. Si no se descansa suficiente, no se estira bien, se les exige demasiado, los músculos acumulan ácido láctico y otras sustancias que terminan por provocar calambres y otros inconvenientes.
De manera que estuve tres días de descanso y apenas esta mañana salí, con mucha cautela a hacer media horita de ejercicio en vez de mis 60 minutos de siempre.
Y así lo voy a hacer las próximas dos semanas. No importa que la balanza diga lo mismo que la semana anterior. Me voy a demorar más, pero quiero tener la certeza de que voy a llegar a las dos metas.
La de los 21 kilos y la de los 42 kilómetros.