lunes, 7 de septiembre de 2009

La envidia de María Eugenia y dos historias más


  • Peso: 90.5 (-11.1)

  • Días para la maratón: 47





"Oh Dios esta adicción a los carbohidratos tienen un efecto secundario: ¡la envidia! Debo dejar de comerlos. T.Q.M. Maru, la bruja envidiosa".


El texto que encabeza esta entrega lo escribió María Eugenia, una amiga de mis tiempos de universidad.


Por aquellos años, cuando les iba a contar a mis amigos algo relacionado con ella, me refería a "la mujer más bonita del mundo" y todos sabían inmediatamente de quién les estaba hablando. Internet todavía no había llegado a nuestras vidas, por lo tanto, no podía sustentar mis palabras con imágenes.


De modo que mis amigos me creían y suspiraban imaginándose la belleza de María Eugenia y envidiando mi suerte por tener no solo de compañera de estudios sino también de amiga a esa hermosura de mujer.


No sé si le conté esto a María Eugenia alguna vez, pero ya era hora de que se enterase.


Hoy, gracias a las redes sociales, me doy cuenta de que a sus 30 y tantos María Eugenia puede -con sobradas razones- seguir llevando el título que yo le di.


Sin embargo, ella dice que me envidia.


Por un lado me halaga el piropo, sobre todo viniendo de la mujer más bonita del mundo. Por el otro, podría hacer una reflexión sobre la diferencia entre estar delgado y estar sano, pero de eso se encarga gente que sabe mucho más que yo del tema.


Finalmente, Maru, si crees que tienes que adelgazar (a pesar de que tu belleza permanece inalterada por los años), no tienes que dejar de comer ni carbohidratos, ni grasas, ni proteínas.


Al contrario, tienes que seguir comiendo de todo. Los carbohidratos, sobre todo, son los que te van a dar la fuerza de voluntad -que también dices que me envidias- para perder esos kilos que tú crees que te sobran. Insisto, a mi me parece que no te sobra nada, pero en fin.


Antes de conocer a María Eugenia, compartí unos años de secundaria con Amelia. Ella era mi amor secreto. Tan secreto que nunca le dije nada. No porque no quisiera, sino porque me quedaba mudo ante su presencia. Es decir, no podía hablar. Punto.


Todavía recuerdo la marca de perfume que utilizaba y hasta hoy, cuando siento ese aroma en alguna mujer, suspiro con nostalgia por aquellos años.


Como suele pasar en estos casos, ella empezó a salir con mi mejor amigo, así que lo que yo pudiera sentir quedó, además de silenciado, sepultado en nombre de la amistad.


También. Si no se enteró antes, se está enterando ahora.


Por una de estas carambolas a tres bandas que ocurren en Facebook, esta semana me conecté con ella después de casi 25 años de no vernos ni saber el uno del otro.


Y de pronto me acordé que Amelia siempre me decía: "si adelgazas un poquito vas a ser un bombón".


No sé si con un cuarto de siglo más a cuestas se cumplirá el pronóstico, pero ese recuerdo es un gran estímulo para seguir con este esfuerzo.


Como es un estímulo también el correo que me manda mi amigo Juan Cruz Sanz, joven figura del nuevo periodismo argentino.


"¡Voy abrir una sucursal! Me convertí, sin quererlo, en un eterno inscripto a las maratones que, por h o por b, nunca corro. Con algunos años menos y con un poco menos de kilos, asumí un desafío...!"


Bueno, se imaginan el resto. Juan va a correr una carrera de fondo y para lograrlo tiene que perder unos cuantos kilos.


Ánimo, Juan, y, por supuesto, cuenta conmigo para lo que quieras.


Ahí está. La envidia de María Eugenia y dos historias más.

Hasta la próxima.


6 comentarios:

  1. Vas bien José. Yo te apoyo, y me divierto un montón leyendo tus crónicas.

    Un abrazo

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  2. ;) Que bello y que amable. La verdad que tu señora madre no perdió el tiempo ni los realitos educando a un caballero como tu. Pero como yo soy una bruja que poco se fía, hoy como todos los lunes comencé la dieta, caminé un ratito, estoy tomando sol para un bronceado desimula tejido adiposo, y por supuesto me doy ánimo con tu blog. Un besote y ánimooooooooooo! Maru

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  3. Sencillamente, un texto simpatiquísimo, inspirado (e inspirador) y absolutamente encantador! Yuly

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  4. ¡Quien lo diría! Josito, el josito de toda la vida, al que yo - con estos ojitos con muchas caloría que se han de comer los rechonchos gusanitos que me rondarán una vez pasado al otro lado de la valla- vi comerse un pollo relleno entero en mi casa, no sólo haciendo dieta sino también adelgazando. ¡Fin de mundo! Pero te aplaudo, con mis manos regordetas y te apoyo. Y, para que tengas fé en tu teoría te cuento que mi hermana, Chiqui, ha hecho el milagro.
    Para quienes no me conocen, es decir, casi todos, mi hermana tiene Síndrome de Down y como todos casi todos los adultos con Síndrome de Down tienen una tendencia natural hacia el hipotiroidismo y, por ende, a engordar.
    Súmenle que mi familia es gallega (es decir comen a lo bestia, reminiscencias del hambre de la guerra, digo yo) mi hermana se había convertido en un bocoi (dícese de un barril grande, muy grande).
    Hasta amarrarse los zapatos era una tarea de titanes para Chiqui y, un día decidí que ya estaba, que se ponía a dieta y punto...¿La dieta? Comer variado, de todo, carbohidratos incluidos y hacer ejercicio. Comer más verduras y frutas, muy poco de dulces y pasteles industriales y un poco de ejercicio al día, que tampoco hay que matarse haciendo ejercicio. El resultado es haber pasado de la talla 56 de pantalón a la 44. Le llevó un año, pero eso sí, no engorda, no se demacró y no se tiene que preocupar por salir de la dieta, porque en la dieta nunca entró.
    Es tan simple como que empezó a comer bien...Así que tú Josito, dále mijo, que malo será que no puedas llegar al peso que tu quieres.
    Xio-Mara

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  5. Primo, acabo de ponerme al día con tu blog, partiéndome de risa, como siempre.

    Por cierto, Amelia tenía razón, cada día estás más bombón ;-)

    Leti

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  6. Baig este blog cada semana va agarrando mas gustico y yo con cada entrega más adicta jejeje

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